¿Sabes que extraño desde hace mucho tiempo? Y ¿Sabes que no lo vas a recuperar en el futuro cercano o quizás nunca?
Extraño a los chicos que juegan en la calle, extraño las pelotas en las calles, las bicicletas en las esquinas, las rampas de skate, los carritos con rulemanes, los autitos de la formula 1 de plástico que rellenábamos con masilla y les poníamos la cucharita para que fuera para rápido, las figuritas y los álbumes, donde completándolo, lo único que teníamos era la satisfacción de haberlos llenado, los fines de semana en la calle, las vacaciones en la casa de mi abuela, las noches en el balcón viendo aviones, las carreras en bicicleta, el simon, las escondidas, el quemado, los partidos de fútbol, los juegos de ingenio, las piletas de las casas vecinas, las caminatas por el barrio, las bombitas de agua, etc.
No me estoy poniendo viejo, como están pensando en este momento (quizás un poco sí), pero no sería mejor que nuestros hijos, sobrinos, nietos, hermanos, etc. Pudieran crecer jugando en las calles y teniendo un contacto más directo con la realidad y con la gente.
Nuestra infancia fue distinta, no sabría determinar si fue mejor o peor, pero fue mas real. Más palpable, sabíamos que si nos caíamos de la bicicleta, las “frutillas” iban a durar una semana o más.
Los carritos con rulemanes eran un viaje de ida y siempre tenían alguna falla que terminaba de romperse en el momento donde ibas más rápido. Los golpes nunca llegaban a ser quebraduras, pero nos hacían dar unos sustos importantes.
Esperábamos los gritos del heladero y del señor que vendía pochocho y garrapiñada. Para salir corriendo a buscar el torpedo de frutilla (ahora hay torpedo de limón¡¡¡¡¡). Si tenías mucha suerte y tus viejos estaban con plata, el helado soñado era el Conogol (ese lo comías despacito, disfrutando cada uno de los pedazos).
Después estaba la plaza del barrio. A nosotros nos quedaba como a 10 cuadras. Era salir a las 2 de la tarde y volver cuando estaba cayendo el sol. Encontrarte con las barritas de otras zonas del barrio para jugar al fútbol o a la mancha en grupo. Y obtener la victoria era suficiente para inflar el pecho y contar la anécdota durante toda la semana.
¿Y los dibujitos?. Ahí no hay forma de perder contra el presente. Primero, nada de cable. Canales de aire. Veíamos a Tom y Jerry, Scooby doo, El correcaminos, Los Picapiedra, Los cuatro fantásticos, Mazinger, Los locos Adams, Titanes en Ring, Los tres chiflados, Los Jetson, El Chavo, El Chapulín Colorado, He-Man y varias cosas mas. Había muchas cosas y faltaban muchas otras, pero como muchas de ellas no las conocíamos, no nos importaba demasiado que no estuvieran.
Solo creo que nuestros hijos deberían tener la posibilidad de vivir su vida con más contacto con la realidad y que su contacto exterior, tenga que ser en el colegio y en las actividades externas que se realizan en el mismo. Eso no les explica como es el mundo exterior. Solo les explica (dentro de las condiciones artificiales definidas por un establecimiento), como es el contacto con otras personas.
Quizás nuestros hijos, nunca conozcan esa situación de libertad, hasta que sean grandes como para andar solos por la vida, pero me temo que en esos momentos tendrán inculcadas otras formas de ver la vida y perderán la posibilidad de sacarle el jugo a las pequeñas cosas que te brinda el mundo, y que se aprovechan mejor, cuando la inocencia todavía esta con nosotros.
En mi está la necesidad que mis hijos puedan ver, que existen cosas en nuestras calles, mas allá del colegio, los peloteros, el playstation, los jueguitos y las colonias de vacaciones.
Gonzalo.